6/10/09

Efrén: una carrera contra reloj.


Sus ojos tienen un no sé qué de amargura. Aunque todo su cuerpo reboce de azúcar. De su cuello cuelga su instrumento de trabajo, como del médico el estetoscopio, de Efrén la franela roja.

En la Universidad de Cuenca, el silencio empieza a desvanecerse a las 6:00a.m. Los guardias ya están en sus puestos de trabajo, y poco a poco llegan los maestros, los estudiantes, las vendedoras. El cielo está repleto de nubes de abril, aunque unos delgados rayos de sol se filtran entre ellas. Hace mucho frío, todos están arropados, pero entre los carros del parqueadero aparece un hombre en camiseta cargando dos baldes de agua.

“Efrén Eduardo Yaguachi Bautista. Discapacidad: física 64%” dice el carnet del Consejo Nacional de Discapacidades (CONADIS), que él siempre entrega a manera de tarjeta de presentación. Se dispone a conversar, mientras sus manos se mueven constantemente, se juntan, se separan, se entrecruzan, se golpean una con otra, producto de la ansiedad e impotencia, al notar que las palabras no brotan fácilmente.

Nació en 1970 en Atacames, provincia de Esmeraldas. A su padre no lo conoció “se enteró que mamá estaba embarazada y se fue”. Su madre, María Bautista Arroyo, cuidó de sus gemelos en todo momento, hasta que la diabetes causó su muerte y dejó a sus dos hijos de seis años en la orfandad. De su niñez guarda dos grandes huellas en la memoria: su abuela y su madre. A su abuela la recuerda por una cajita musical que alguna vez le regaló y que aún conserva. Y a su madre la lleva en las venas… “heredé su diabetes”.

A los 13 años llegó a Cuenca, gracias a un maestro universitario que lo trajo. Desde entonces trabaja en la Universidad lavando vehículos y haciendo “uno que otro encarguito”. La energía con la que labora no depende del desayuno pues se ha acostumbrado a ver su mesa vacía. Los agujeros de sus zapatos de tela azul tampoco impiden la rapidez de sus pies que danzan entre los carros, de una facultad a otra, todo el día y sin parar.

No puede parar pues su carrera es contra reloj. “Todos los días necesito dos inyecciones de Insulina”, dice mientras muestra sus brazos fuertes (que parecen de otro cuerpo), donde los moretones evidencian las agujas que lo penetran diariamente. Con el carnet de discapacidad acude al INNFA, para proveerse del medicamento. El tratamiento cuesta $36,00 y alcanza para tres o cuatro días. Semanalmente Efrén necesita $60,00 únicamente para su enfermedad. “Tengo sólo para comprar el líquido y me quedo sin alimentos”, aclara.

Por cada carro lavado recibe $2,00, pero hay veces en que el clima no es favorable y su trabajo disminuye. Es común verle por las aulas pidiendo “ayuditas” a los estudiantes y no deja pasar oportunidad para hacerlo, quien quiera sea su interlocutor. Esta situación crea diversas reacciones: muchos se conduelen y prestan su ayuda inmediatamente, pero no falta quien se molesta por tener que observar este episodio con demasiada frecuencia.

Sin ningún recelo cuenta que le gustaría recibir un pantalón talla 30 y una camiseta “de esas que usan los estudiantes para hacer educación física, porque son calientitas”; “una vez quise comprarme interiores pero no me alcanzó y terminé remendando los que ya tenía”.

¿Tiene algún familiar en Cuenca?
No tengo a nadie… mi única familia son ustedes: La Universidad.

¿Cuál es su mayor sueño?
Que un día mi vida cambie y poder salir adelante y comprarme todo lo que yo quiera.


¿Quién es su mejor amigo?
Mi Dios.

foto (Mari Bonilla).

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