
Mucho se ha criticado la calidad de la educación superior en nuestro país, y encontrar centenares de profesionales carentes de conocimientos para ejercer su oficio confirma estas críticas.
Posiblemente la responsabilidad de este problema puede ser compartida entre profesores, alumnos e incluso el gobierno. Algunos maestros son apáticos al dictar su clase evidenciando que la docencia nunca fue su vocación o tal vez por lo tedioso y monótono que resulta haber repetido los mismos contenidos durante un par de décadas.
Y los estudiantes no nos quedamos atrás, porque estimulamos la apatía de los “profes” mostrando un molesto desinterés por la asignatura, llegando tarde, utilizando los celulares dentro del aula y hasta durmiendo sobre el pupitre.
Y finalmente ¿cómo culpar a unos y otros? ¡Si los salarios del magisterio apenas y alcanzan, o si los pupitres están casi tan deteriorados como los baños de la Universidad! Claro, nunca es justo generalizar; pero “al que le quepa el guante…”.